miércoles, 26 de agosto de 2009

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La escena narra cómo al entrar el par de hermanos piantes de la noche anterior, el un poco a mejor traer, con la ropa cambiada pero el aliento antiguo. Ella completamente estropeada, destrozada de pinta y estampa. Entrando agotados por arrastrar los bultos hasta el hogar, se nota que no son pobres, que no andan en harapos de necesitados. Se les nota que les gusta la buena mesa y la costilla caliente al acostado.
Por ende. Que pasen la puerta, y lleguen a la habitación matrimonial, para encontrarse con un par más de vestidas acostadas, con el maquillaje corrido y la conciencia confundida. Sentarse a conversar, esperar que llegue el sol en la espalda, o en la guata, un pollito asado pa reponer la pansa, menos mal tenemos morlacos para merendar.


- Anécdota a parte:
“¿oye, en tu casa no hay ni un tele? (la wea rara)-no, no hay ninguno

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